El Creador es la fuente que el hombre anhela. La Torá es la Luz, que llena al hombre en el momento presente. Israel es el hombre en sí mismo, esto es, su deseo de unión con el Creador. ¿Cómo pueden esos conceptos totalmente independientes ser idénticos? La meta de la creación consiste en crear al hombre en este mundo de forma que él pueda adherirse al Creador mientras aún viven en su cuerpo físico. El hombre asciende y cruza los mundos espirituales para alcanzar al Creador. Para ser más exactos, los mundos espirituales penetran en él a tal extremo que él y el Creador se vuelven idénticos. Esto es lo que significa la unión con el Creador. Uno ama al Creador, sigue Sus caminos y observa sus mandamientos. A este nivel, todas las cualidades del hombre, deseos y atributos se han transformado idénticos a los del Creador. La Torá se da al hombre de tal forma que él pueda acceder a este perfecto y eterno nivel y llenar el propósito de la Creación. La Torá solo puede ser dada al hombre después de su descenso a este mundo donde él es dotado de un cuerpo físico y con egoísmo. Los Ángeles no pueden recibir la Torá porque entre todas las criaturas solo el hombre posee absoluto egoísmo. Si el hombre escoge el camino de la Torá, puede neutralizar su cuerpo egoísta y sus deseos de tal forma que estos no actúen como un obstáculo entre él y el Creador. El hombre y el creador se unen. Esta unión es un salto atrás al Estado de la Procreación, antes del descenso del alma a este mundo, antes de que el alma sea "incapacitada" por el egoísmo. Mas allá, corrigiendo su egoísmo el hombre puede escalar los peldaños de la escalera espiritual y alcanzar el nivel del Creador. Algunas criaturas están desprovistas de egoísmo y por lo tanto, no tienen una herramienta para progresar y se mantienen en su nivel inicial. Con excepción del hombre, todas las criaturas se dice que están "espiritualmente inanimadas y sin movimiento." Aún los Ángeles, las divinas fuerzas a través de las cuales el Creador gobierna la creación, no son independientes de la "fuerza-deseo" sino solo ejecutores de Su voluntad. El hombre al transformar sus muy desarrollados deseos egoístas puede transformarse igual al Creador.
El alma es una parte del Creador localizada en el hombre. El hombre nace con una envoltura de egoísmo y sin poder percibir ni al Creador ni lo espiritual. El egoísmo penetra sus órganos sensoriales, los cuales poseen cualidades opuestas a la espiritualidad. Cuando el hombre transforma su egoísmo en altruismo removiendo su cubierta de egoísmo, empieza a percibir la esencia de la creación en semejante forma que nada lo separa del Creador. A este nivel los tres puntos arriba mencionados se unen. Nuestra tarea es remover, con la ayuda de la Torá, todos los obstáculos entre el alma y el Creador. De todos los estudios de la Torá la Cabalá es el más eficiente porque ésta infiere en el hombre un rayo de Luz de la más alta intensidad mientras la estudia.
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