El Creador remueve de sí mismo una pequeña parte (por decir) e implanta en ella egoísmo. Este egoísmo " universal" entonces se rompe en más pequeñas partes egoístas. Más tarde, una reintegración progresiva de esas partes causa la creación de los Mundos Superiores, Atzilut, Briá, Yetzirá, Assiah. Los más puros "fragmentos" son usados para la creación de los mundos espirituales más altos. Luego, los deseos más egoístas, precisamente el corazón de la creación, el Maljut del mundo sin fin lleva a la creación del alma de Adán, el primer hombre. Entonces, después del pecado de Adán, de nuevo la chispa de Divinidad, atrapada en el egoísmo se subdivide a sí misma de nuevo en pequeños y más pequeños fragmentos que forman nuestras almas.
Los principiantes que estudian Cabalá frecuentemente no perciben cómo está gobernado el mundo. Se preguntan si las acciones dependen de su elección o del Creador. Antes de que el hombre pueda iniciar un proyecto debe estar convencido de que sus acciones tienen consecuencias. Aún después de tener éxito, "paradójicamente" , debe entender que todo depende solamente del Creador. Si pensamos de esa forma, progresaremos de forma correcta.
Hay cosas, que sólo se pueden sentir, no se pueden explicar. La encarnación de lo espiritual en lo material es difícil de describirse en palabras. La ciencia moderna puede justificarse a sí misma, pero, ¿cómo puede ser explicado el proceso por el cual un mundo toma la forma de otro? Las explicaciones cabalísticas sólo pueden ser posibles hasta el punto donde el alma de Adán es fragmentada. Esto no es debido a que los cabalistas no quieran aportar más explicaciones, sino porque la explicación corresponde a lo que el hombre siente y no puede explicar.
El egoísmo es una fuerza espiritual tan poderosa que el pensamiento de deshacerse de él difícilmente cruza nuestra mente. En orden de conocernos a nosotros mismos necesitamos vernos desde afuera, para sentir algo diferente que no sea nosotros mismos, para compararnos a con algo fuera de nosotros. Los objetos que nos rodean son percibidos porque están hechos del mismo egoísmo, de lo contrario permanecerían invisibles. El egoísmo toma muchas formas, la más restringida es en la que sólo se percibe a sí mismo, es la percepción que el hombre tiene en nuestro mundo, somos tan egoístas que solamente nos podemos percibir a nosotros mismos.
Cuando "crecemos" un poco, nuestro egoísmo llega mas allá de los límites de nuestro mundo y empezamos a percibir al Creador, este se vuelve espiritual, nuestro deseo no se basa más en el placer físico y mundano sino en el disfrute espiritual traído por la Luz del Creador.
El hombre es animado sólo por los deseos conscientes e inconscientes, nuestra razón nos ha sido otorgada para ayudarnos a tener sentido y alcanzar todos nuestros deseos; por consiguiente, el hombre no puede elevarse más arriba de sus deseos. Motivado por sus deseos y emociones, el hombre primero dirige el curso de sus acciones y se transforma conciente de ellas teológicamente (por la finalidad de éstas), sólo después de elegirlas.
¿Cómo se vuelve en verdad consciente de un evento que sucede? En reacción a las acciones del hombre el Creador manifiesta por grados Su majestuosidad, en orden de dar al hombre una mayor conciencia retrospectiva de las consecuencias de sus acciones. Aún el recordar nuestra forma de actuar depende del Creador, Él nos enseña el significado de nuestras acciones respondiéndonos, dándonos placer o sufrimiento, de acuerdo a nuestro mérito o culpa.
Nuestra educación es, por lo tanto, un proceso que se desarrolla cada segundo, pero no puede hacer que nos corrijamos a nosotros mismos en ninguna forma. Sólo debemos estar conscientes de nuestro egoísmo y de cómo nos encontramos sin ayuda cuando lo confrontamos, el Creador busca todo lo que no es parte de esta conciencia. A medida que el hombre avance en el camino espiritual, logrará moderar más su propia autoestima y entenderá más su verdadera naturaleza. En la proporción que el Creador se revele a sí mismo, el hombre gradualmente se dará cuenta de lo que es en realidad con respecto al Creador. Cuando sabemos esto progresamos en el camino espiritual.
Imaginemos a una persona que ha alcanzado el 99% de su corrección. El remanente 1% que no ha sido corregido parece mucho mayor que el previo 99%, la "pequeña paja en el ojo" parece enorme. Nuestras acciones y nuestro estudio nos habilita a estar conscientes del Creador y de nosotros mismos. Cuando el hombre se da cuenta de su absoluta insignificancia se desespera, no ve al Creador y el mundo entero le parece oscuro. Si mientras se encuentra en este estado oscuro, un hombre tiene en mente que la fuente espiritual de todo no es más que el Creador a quien él puede pedir cosas y sobre quién todas las cosas dependen, él estará conciente de su lazo espiritual con el Creador, entonces dejará de desesperarse, entenderá que esas aparentes condiciones negativas son enviadas en forma temporal de arriba y que son inevitables.
La forma que nos conectamos nosotros mismos con el Creador no le interesa a Él. Lo más importante para el hombre es entender que Él existe. El Creador envía los deseos para que podamos reaccionar a Él y crecer espiritualmente.
Los principiantes que estudian Cabalá frecuentemente no perciben cómo está gobernado el mundo. Se preguntan si las acciones dependen de su elección o del Creador. Antes de que el hombre pueda iniciar un proyecto debe estar convencido de que sus acciones tienen consecuencias. Aún después de tener éxito, "paradójicamente" , debe entender que todo depende solamente del Creador. Si pensamos de esa forma, progresaremos de forma correcta.
Hay cosas, que sólo se pueden sentir, no se pueden explicar. La encarnación de lo espiritual en lo material es difícil de describirse en palabras. La ciencia moderna puede justificarse a sí misma, pero, ¿cómo puede ser explicado el proceso por el cual un mundo toma la forma de otro? Las explicaciones cabalísticas sólo pueden ser posibles hasta el punto donde el alma de Adán es fragmentada. Esto no es debido a que los cabalistas no quieran aportar más explicaciones, sino porque la explicación corresponde a lo que el hombre siente y no puede explicar.
El egoísmo es una fuerza espiritual tan poderosa que el pensamiento de deshacerse de él difícilmente cruza nuestra mente. En orden de conocernos a nosotros mismos necesitamos vernos desde afuera, para sentir algo diferente que no sea nosotros mismos, para compararnos a con algo fuera de nosotros. Los objetos que nos rodean son percibidos porque están hechos del mismo egoísmo, de lo contrario permanecerían invisibles. El egoísmo toma muchas formas, la más restringida es en la que sólo se percibe a sí mismo, es la percepción que el hombre tiene en nuestro mundo, somos tan egoístas que solamente nos podemos percibir a nosotros mismos.
Cuando "crecemos" un poco, nuestro egoísmo llega mas allá de los límites de nuestro mundo y empezamos a percibir al Creador, este se vuelve espiritual, nuestro deseo no se basa más en el placer físico y mundano sino en el disfrute espiritual traído por la Luz del Creador.
El hombre es animado sólo por los deseos conscientes e inconscientes, nuestra razón nos ha sido otorgada para ayudarnos a tener sentido y alcanzar todos nuestros deseos; por consiguiente, el hombre no puede elevarse más arriba de sus deseos. Motivado por sus deseos y emociones, el hombre primero dirige el curso de sus acciones y se transforma conciente de ellas teológicamente (por la finalidad de éstas), sólo después de elegirlas.
¿Cómo se vuelve en verdad consciente de un evento que sucede? En reacción a las acciones del hombre el Creador manifiesta por grados Su majestuosidad, en orden de dar al hombre una mayor conciencia retrospectiva de las consecuencias de sus acciones. Aún el recordar nuestra forma de actuar depende del Creador, Él nos enseña el significado de nuestras acciones respondiéndonos, dándonos placer o sufrimiento, de acuerdo a nuestro mérito o culpa.
Nuestra educación es, por lo tanto, un proceso que se desarrolla cada segundo, pero no puede hacer que nos corrijamos a nosotros mismos en ninguna forma. Sólo debemos estar conscientes de nuestro egoísmo y de cómo nos encontramos sin ayuda cuando lo confrontamos, el Creador busca todo lo que no es parte de esta conciencia. A medida que el hombre avance en el camino espiritual, logrará moderar más su propia autoestima y entenderá más su verdadera naturaleza. En la proporción que el Creador se revele a sí mismo, el hombre gradualmente se dará cuenta de lo que es en realidad con respecto al Creador. Cuando sabemos esto progresamos en el camino espiritual.
Imaginemos a una persona que ha alcanzado el 99% de su corrección. El remanente 1% que no ha sido corregido parece mucho mayor que el previo 99%, la "pequeña paja en el ojo" parece enorme. Nuestras acciones y nuestro estudio nos habilita a estar conscientes del Creador y de nosotros mismos. Cuando el hombre se da cuenta de su absoluta insignificancia se desespera, no ve al Creador y el mundo entero le parece oscuro. Si mientras se encuentra en este estado oscuro, un hombre tiene en mente que la fuente espiritual de todo no es más que el Creador a quien él puede pedir cosas y sobre quién todas las cosas dependen, él estará conciente de su lazo espiritual con el Creador, entonces dejará de desesperarse, entenderá que esas aparentes condiciones negativas son enviadas en forma temporal de arriba y que son inevitables.
La forma que nos conectamos nosotros mismos con el Creador no le interesa a Él. Lo más importante para el hombre es entender que Él existe. El Creador envía los deseos para que podamos reaccionar a Él y crecer espiritualmente.
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