Mª VICTORIA ESPIN
"Saber es escuchar la música cósmica, obtener una respuesta
que se ordena … en cada quien a fin de acceder a la audición metafísica." 1
En todos los pueblos y culturas los oráculos han estado presentes y han sido fundamentales, bástenos recordar aquí el de Apolo en Delfos y lo decisivos que fueron en la antigüedad, y en definitiva en la historia de Occidente. Y eso porque grandes personajes históricos hicieron lo que hicieron siguiendo las voces de las pitonisas y sibilas que expresaban el designio de los dioses. En el viaje en pos del Conocimiento el oráculo puede jugar un papel análogo y sacarnos de las encrucijadas en que de tanto en tanto nos encontramos, la mayor parte de las veces porque entra en conflicto el hombre viejo, que quiere seguir ahí, y el hombre nuevo, que impulsado por la enseñanza nos lleva por caminos desconocidos, muchas veces imprevisibles. Contar con un aliado sabio y fiel es tener un tesoro que siempre aporta luz para hacer frente a los dilemas, ya sean estos doctrinales o personales; respondiendo a veces de modo evidente, otras de forma más sutil, pero siempre haciéndonos llegar un mensaje clarificador que nos ayuda a mantener el rumbo.
El Tarot es un amigo, un vehículo en el peregrinaje; bello y desnudo como el número, colorido y generoso como el trópico, una guía certera, siempre al alcance de la mano, justo en sus respuestas, un verdadero maestro. Voz de Hermes, siempre presente.
Recordaremos que el Tarot, síntesis de la Tradición Hermética, es un libro de imágenes simbólicas. Y también, que todo trabajo con él es un rito y así ha de ser encarado, como por otro lado conviene tomar todo en la vida, imitando así a la naturaleza. La Sabiduría lee en el libro de la vida, como bien nos muestra el arcano Nº II.
"… El Arte del Tarot, (…) no es sino la lectura del Libro de la Vida y la actualización permanente de la fuerza del símbolo y el rito, la que actuará constantemente en nosotros, la mayor parte de las veces de modo subliminal o inconsciente"2
"Es una sentencia unánime de los sabios que por las cosas visibles y por su grandeza, belleza y orden nos sumimos en la admiración del arte y de la excelencia divina y alcanzamos algunos artificios de la admirable ciencia de Dios"3
Los Símbolos son un puente; intermediarios entre una cosa conocida y otra desconocida, nos hablan de otros estados a los que el hombre puede acercarse y llegar a conocer. Con su estudio y la meditación en ellos, nuestra conciencia se expande y cobra dimensiones desconocidas a las que es posible acceder a través de esta vía que es la simbólica. En el Tarot de los Cabalistas, donde Federico González Frías expone los misterios de estos arcanos, podemos leer:
"Para la Tradición Hermética son ritos los estudios efectuados a partir de modelos herméticos, la concentración que ello implica, la meditación que promueve, las prácticas que efectivizan la visión y lo imaginal, la oración incesante del corazón como invocación permanente, la contemplación que producen la belleza y la armonía de la naturaleza y el cosmos, y los trabajos auxiliares encaminados al logro del Conocimiento".
El mazo de naipes reúne enteramente las posibilidades cosmogónicas, que van desplegándose ante nosotros en la fase inicial del rito, en la cual entramos en comunión con el Tarot. Este "desfile" nos permite recibir los efluvios de todas las cartas y a la vez enviar a ellas los nuestros. Con este cosmos ordenado, valga la redundancia, seguimos un rito en el curso del cual mezclamos las láminas, las letras podríamos decir, con las que luego, con la selección de naipes que el Tarot nos presenta en cada consulta concreta, trazamos un mandala que es la respuesta a la pregunta y por extensión una síntesis de toda nuestra situación, en vertical y horizontal.
Es tanto lo que contiene el Tarot que podemos sentirnos hasta abrumados y alejarnos de él, o dejarnos llevar por la flojera y posponer un trabajo que puede parecernos excesivo y, efectivamente lo es en el sentido de que supera nuestras posibilidades personales, siempre insuficientes por otro lado. El Tarot de los Cabalistas hace referencia al tarotista perezoso y nos dice:
"Empastado en sus fobias y manías aprendidas, que la televisión reitera todos los días, el tarotista fracasado es el medio, la moda, y acaso, el cálculo infinitesimal de sus módicas posibilidades; perezoso, lento y amparado por la sociedad circundante –amén de la seguridad de su grandeza–, el tarotista del poder mira siempre cosas inmediatas como si fuesen esenciales, porque no se permite ver un poco más allá por el hábito que lo imprime; por eso, el que pretende casi exclusivamente un destino módico debe dedicarse a las artes maléficas de la literalidad. Todo esto dicho como advertencia a los que por una o varias circunstancias no han comprendido que "el que siembra vientos recoge tempestades". (pág. 92).
Las 78 láminas del mazo del tarot incluyen, además de los arcanos mayores, en número de 22, y los menores, en número de cuarenta, las cartas de la corte que son dieciséis. De la unión de Venus-Afrodita (el 7) y de Hermes (el 8) nace Hermafrodita, es decir la unión de lo masculino y lo femenino, del yin y el yang, el Rebis alquímico, simbolizado en los arcanos menores por el dos de espadas. Señalaremos además que 7 + 8 = 15 = 1 + 5 = 6, tanto el arcano Nº 15, El Diablo, como el Nº 6, El Enamorado, se sitúan en Tifereth, en el corazón del Arbol de la Vida.
Todas las cartas de los arcanos mayores tienen una imagen, un nombre y un número (excepto El Loco). En los menores el nombre de cada carta está compuesto por el del número y el palo que le corresponde: el cinco de oros, el cuatro de copas, etc. En cuanto a las cartas de la corte, en ellas desaparece el número y su nombre es el del personaje que representa y el del palo al que este pertenece, el caballo o caballero de espadas, por ejemplo.
Los cuarenta Arcanos Menores están, como sabemos, repartidos en cuatro palos con diez cartas para cada uno de ellos. El cuaternario signa la creación, el cuarenta es un símbolo de pasaje o mejor de duración de un periodo de prueba, recordemos, por ejemplo, los 40 años que tardan los hebreos en cruzar el desierto o los cuarenta días que dura el diluvio o los 40 que Jesús ayuna y en los que es tentado, también cuarenta días dura la cuaresma que son los que preceden a la Resurrección y de esta a la ascensión van otros tantos. Estos cuarenta naipes de que hablamos, se corresponden con los cuatro árboles situados en los cuatro planos del Arbol de la Vida, un árbol por plano, de arriba abajo: Bastos, Atsiluth; Espadas, Beriyah; Copas, Yetsirah y Oros, Asiyah.
"Hay entonces cuatro árboles de la vida o cuatro maneras distintas de ver el mismo árbol. Uno es el modelo del árbol cósmico visualizado a nivel de Atsiluth, el mundo de las emanaciones primigenias de las que nada puede saberse desde el plano del conocimiento ordinario. El segundo sería el diagrama del árbol en el plano de la creación (Beriyah), signado con el número cuatro. El número cuatro es tomado siempre como número de la primera manifestación o primera creación. El tercero es el diagrama a nivel de las formaciones cósmicas (Yetsirah). Estos tres primeros serían invisibles y estarían incluidos en el cuarto, pues a decir verdad, este último no es sino una materialización de aquéllos y corresponde a la manifestación cósmica en su grado físico, corporal o sensorio."4
Se dice del mago, Nº I de los arcanos mayores, que simboliza al hombre verdadero trabajando con los tres principios y los cuatro elementos. Los tres principios en nuestras labores con el tarot están representados por el consultante (o tarotista)5, elemento activo, el mazo de cartas, pasivo, y la tirada que es la resultante del rito llevado a cabo. Queremos señalar también que en el arcano El Juicio (Nº XX) podemos ver estos principios en los tres personajes que aparecen; en cuanto a los elementos, están representados en la carta Nº XXI por los símbolos de los cuatro evangelistas: el ángel, aire, el águila, agua, el león, fuego, y el toro, tierra. Tras el juicio emerge el Mundo nuevo.
En todo lo manifestado están presentes los tres principios que podeos relacionar con los gunas de la tradición Hindú: sattwa, rajas y tamas y que en definitiva son un despliegue de la unidad, que siempre se manifiesta de modo ternario.
Los arcanos mayores, a los que podemos ver como la expresión de estos tres principios de que hablamos, recorren completo el Arbol de la Vida, desde la Unidad, Kether, donde se sitúa el arcano Nº 1, El Mago, hasta la multiplicidad, Malkhuth, con el Nº X, la Rueda de la Fortuna; recorrido que continúa, a partir de ahí, invirtiendo la dirección del movimiento; el cambio de sentido de que hablamos viene indicado por la carta nº XII, El Colgado6. De Malkhuth, donde se sitúa el Nº 11, La Fuerza, a Kether, con El Juicio, en un viaje de retorno atraviesan todas las esferas y aún van más allá de la Corona, donde hallamos los arcanos de El Mundo y El Loco.
La Sabiduría, el Emperador, el Carro, la Templanza, la Estrella y el Sol, es decir los arcanos situados en la columna positiva del Arbol, representan al principio activo. La Emperatriz, el Papa, la Justicia, la Muerte, la Torre y la Luna, situados en la negativa, al pasivo, y, al neutro: el Mago, el Enamorado, el Ermitaño, la Rueda de la Fortuna, la Fuerza, el Colgado, el Diablo, el Juicio, el Mundo y el Loco, colocados en la columna central.
Todos estos arcanos son reunidos por el tarotista, quien los encarna en mayor o menor medida, "moviéndose" en el ámbito de los cuatro planos del Arbol de la Vida que expresan un orden gracias al cual podemos llegar a conocer, y de los que nos hablan los arcanos menores. Arcanos mayores (principios) y menores (elementos) conforman la piedra cúbica en punta.
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