La sal es la sustancia de las cosas, y el principio fijo de todo lo
existente. La sal obra sobre el azufre y el mercurio, y estos últimos la hacen volátil como ellos. La sal
en recompensa los coagula y los fija. La sal disuelta en un licor adecuado, disuelve las cosas sólidas y
les da consistencia. La sal disuelve nuestros metales, nuestros cuerpos lunares envueltos en el
ego para elaborar con ellos nuestro sol interno en forma de un niño de oro. La sal disuelve y coagula
todas las cosas.
La tierra es de la naturaleza de la sal, y por ello se disuelve en el agua, y se coagula en el agua.
Los continentes salen de las aguas saladas de la mar, y vuelven al mar.
Nuestra tierra filosófica, es decir, nuestro cuerpo humano, debe reducirse a las sales seminales,
para elaborar con esas sales nuestros cuerpos solares, cuerpos conscientes, luminosos.
El azufre es un principio grasoso y aceitoso que une a la sal y al mercurio indisolublemente. El
azufre tiene parte de la solidez de la sal, y parte de la volatilidad del mercurio. El azufre coagula el
mercurio asistido poderosamente por la sal. El mercurio es un licor espiritual aéreo y raro. El
Mercurio es el águila volante de la Filosofía. El Mercurio es nuestro Caos. El Mercurio es nuestra
simiente.
La sal se halla en la orina y en el sudor. El azufre abunda en las grasas y en las axilas. El
Mercurio en la sangre, Médula, humor acuoso, hueso, músculo, etc. Los principios de todos los
metales (nuestros cuerpos internos) son: la Sal, el Mercurio y el Azufre. El Mercurio solo, o el Azufre,
o la Sal sola, no podrían dar origen a los metales, pero unidos dan nacimiento a diversos metales
minerales.
Es, pues, lógico, que nuestra conciencia debe tener Inevitablemente estos tres principios.
El
FUEGO es el Azufre de la Alquimia; el Mercurio es el Espíritu de la Alquimia; la Sal es la maestría de
la Alquimia. Para desarrollar los valores del ser y utilizar sabiamente nuestras energías
creadoras, necesitamos inevitablemente de una sustancia donde la Sal, el Azufre y el Mercurio se
hallen totalmente puros y perfectos, porque la impureza y la imperfección de los compuestos se
vuelven a encontrar en el compuesto.
Empero, como a los metales (nuestros cuerpos internos) no se les puede agregar sino
substancias extraídas de ellos mismos, es lógico que ninguna sustancia extraña pueda servirnos, por
lo tanto dentro de nosotros mismos tiene que encontrarse la materia prima para nuestro trabajo
interno.
Esta materia prima para el trabajo íntimo, es la simiente de nuestras glándulas sexuales. Con
nuestra ciencia y mediante el FUEGO, transformamos esta maravillosa sustancia, para que al final del
trabajo, sea millones de veces más perfecta.
Con esta maravillosa sustancia elaboramos los valores del ser y utilizamos sabiamente nuestras
fuerzas creadoras. En las minas vemos como los elementos groseros se van transformando con el
calor, hasta convertirse en Mercurio. Vemos en las minas el Fuego, transformando las grasas de tierra,
en azufre.
El calor, actuando sobre estos dos principios, engendra, según su pureza o impureza, todos los
metales de la Tierra. Por medio de la cocción incesante, la Naturaleza produce y perfecciona todos los
metales de nuestro planeta Tierra.
Rogerio Bacon dijo lo siguiente: “¡Oh, locura infinita! ¿Quién lo preguntó, quién nos obliga a
querer hacer la misma cosa con la ayuda de procedimientos raros y fantásticos?”.
Ciertamente, queridos amigos, es muy cierta aquella frase de Rogerio Bacon: “Naturaleza
contiene a Naturaleza, Naturaleza se alegra con Naturaleza, Naturaleza domina a Naturaleza y se
transforma en las demás Naturalezas”.
Los ángeles no se hacen con teorías de hombres, ni con
Teosofismos, Rosacrucismos o Espiritismos. Los ángeles son naturales, no artificiales. Naturaleza
contiene a Naturaleza, y en nuestra naturaleza humana está la materia prima, con la que podemos
trabajar en nuestra propia regeneración.
Es preciso cuidar nuestra sal es decir nuestro organismo físico, nuestro mercurio o sea nuestra
simiente y nuestro fuego que habita en cada uno de nuestros átomos y no cansarnos de ello".
Los viejos alquimistas dicen: "Que vuestro fuego sea tranquilo y suave, que se mantenga así
todos los días, siempre uniforme, sin debilitarse, si no eso causará un gran perjuicio". El Fuego se
debilita y hasta se extingue, cuando abusamos de nuestra simiente, en adulterios, violaciones,
pasiones incontroladas, etc. Entonces se fracasa en la sabia mezcla de nuestra sal, azufre y mercurio,
entonces nos estancamos en el proceso de transformación humana.
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